El 20 de enero de 2025, el día que Trump presta juramento, con una logística particular, un presidente sale y otro entra de la residencia ejecutiva en apenas unas horas.
La mayoría de los presidentes se mudan a la Casa Blanca una vez. Pero el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, lo está haciendo por segunda vez, y su esposa, Melania, dice que es mucho más fácil la segunda vez.
“Sé a dónde iré. Conozco las habitaciones en las que viviremos. Conozco el proceso”, recalcó recientemente la futura primera dama. Describió su primera mudanza a 1600 Pennsylvania Avenue en 2017 como “desafiante”.
“Tan pronto como se van, el personal de la residencia ejecutiva entra en acción”, explicó Matthew Costello, director de educación de la Asociación Histórica de la Casa Blanca, durante un programa en línea reciente sobre la historia del Día de la Inauguración. “Esencialmente, el personal trabaja sin parar para inventariar, procesar y mover todos los artículos personales de una primera familia y traer los de la nueva”.
Esta rapidísima mudanza estuvo a cargo del ujier de la Casa Blanca, Robert B. Downing, quien fue nombrado por los Biden al inicio de su mandato. El administrador gestiona la residencia de 5.100 metros cuadrados y seis pisos. Downing supervisa a unas 100 personas que trabajan de forma permanente en la Casa Blanca.
Decenas de personas se dieron toda la prisa posible para sacar las pertenencias de la familia Biden y dar paso así a las de los Trump, con solo cinco horas para cambiar por completo la decoración de la residencia presidencial.
El cambio no solo implica la reorganización de objetos personales, sino que también existe un rediseño completo de la Casa Blanca. Desde el cambio de colchones y almohadas hasta el retoque de la pintura, todo ha de estar a gusto de los nuevos inquilinos. La nevera, los armarios y hasta los detalles más pequeños, como los productos en la despensa, han de ajustarse a los gustos de la nueva administración.
El cambio más simbólico y personal ocurre en el Despacho Oval, donde la decoración no solo es una cuestión de estética, sino de mensajes. Donald Trump, por ejemplo, instaló un botón para solicitar bebidas como Coca-Cola, té, o café, con todo decorado en dorado. Mientras tanto, Joe Biden mantuvo el tradicional escritorio y muebles, aunque con un estilo distinto al de Trump. Y como marca la tradición, en la mesa del despacho Oval, el presidente saliente deja una carta para su sucesor: Biden ha podido contestar así a lo que le escribió a él Trump en 2021.
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